ADAPTACIONES DE LAS PLANTAS | BULBOSAS

UN TESORO BAJO TIERRA
Las plantas bulbosas, como otros geófitos, superan bajo tierra la fase desfavorable del año, al menos, conservan enterradas las yemas vegetativas que permitirán el desarrollo del individuo en la siguiente estación. Los bulbos están formados por la base engrosada de las hojas, dispuestas de forma más o menos concéntrica y apretada, en las que se desarrollan tejidos capaces de acumular sustancias de reserva. Protegido en el centro de las hojas se forma el meristemo terminal que iniciará su crecimiento cuando la época vuelva a ser favorable. Los bulbos son una adaptación a climas muy diversos pero con marcada estacionalidad térmica o hídrica. La parte aérea de la planta puede llegar a desaparecer completamente o mantenerse viva si la temperatura y la precipitación lo permiten. La mayor concentración de especies bulbosas se produce en las áreas de clima mediterráneo o desértico. En la Región Mediterránea, Sudáfrica o Chile familias como las liliáceas, amarilidáceas, aliáceas, esparagáceas o hiacintáceas están muy diversificadas.
El uso ornamental de las plantas bulbosas es muy antiguo y su presencia en los jardines sigue siendo muy frecuente, especialmente en los de climas templados. Son plantas fáciles de cultivar que pueden producir flores grandes, vistosas y coloridas, muy útiles para dar color a los parterres y borduras. Los tulipanes, azucenas, jacintos y otras muchas bulbosas han sufrido un proceso de selección, hibridación y mejora hasta dar lugar a infinidad de variedades ornamentales que sirven para adornar los jardines y los ramos de flores.
En el Botànic encontraréis una pequeña representación de estas plantas junto al Umbráculo, que irá cambiando su paisaje estación detrás estación, rodeada por algunas especies de la colección de rosas del Jardín.